que en la fiesta ardan todos nuestros dolores o cuando el fuego arda quiero estar allí
intento descifrar cómo hacer de las despedidas un lugar de ternura
pensar en casa como ese espacio intangible de la caída de las lágrimas en el hombro de mis amigas y en lo abrumador de mi departamento vacío o el silencio de una fiesta.
ayer dani cantaba que sufrió tanto por cosas que no pudo tocar.
y en la tarde de ayer el sol abrazó con ardor mi cara y me olvide el cargador del celular asi que escribo esto en una servilleta en el colectivo que me lleva de nuevo a mi casa
me fui con el celular apagado y vuelvo sin saber la hora con la tristeza y la angustia de la muerte que acecha a esa despedida eterna entre mi abuelo y yo.
mi tía contó que hace una semana murió un hombre de 35 años que empezó con un dolor de panza. al final era pancreatitis, nos dijo que mandó un audio al grupo de su familia diciendo que lo iban a entubar y que cuando terminara les hablaba. a la hora se murió.
los otros días sentí una mano pasar por mi cintura al dormir. me desperté para encontrarme con la muerte misma de un recuerdo que se perdió varios meses atrás pero viene a visitar vestido con tus ojos.
escribo rápido una carta larga que me haga recordar la muerte presente y me caen las lágrimas pensando en lo ahuecado de mi pecho que ni el humo logra llenar.
le leo a un amigo “quizás morir de amor requiere más valentía de la que yo soy capaz de reunir en una vida, y no quiero admitir que no soy capaz de pedirle a alguien que me bese antes que me muera”. y me responde pasándome una botella cortada a la mitad.
mis amigas toman un vino guardado en la heladera hace dos semanas y bailan siguiendo una música que no existe porque hoy el dolor es más grande de lo que podríamos haber imaginado cuando teníamos quince y no había más razón que el placer para beber.
lemebel escribia sobre fiestas inolvidables en donde la muerte se acercaba lentamente. dicen que una fiesta que se impone contra la violencia y la muerte siempre sale viva.
a pesar de la incertidumbre,
en el centro de los ritos paganos
intentaremos aprender la realidad
con nuestras manos desnudas.
pensar en casa como ese espacio intangible de la caída de las lágrimas en el hombro de mis amigas y en lo abrumador de mi departamento vacío o el silencio de una fiesta.
ayer dani cantaba que sufrió tanto por cosas que no pudo tocar.
y en la tarde de ayer el sol abrazó con ardor mi cara y me olvide el cargador del celular asi que escribo esto en una servilleta en el colectivo que me lleva de nuevo a mi casa
me fui con el celular apagado y vuelvo sin saber la hora con la tristeza y la angustia de la muerte que acecha a esa despedida eterna entre mi abuelo y yo.
mi tía contó que hace una semana murió un hombre de 35 años que empezó con un dolor de panza. al final era pancreatitis, nos dijo que mandó un audio al grupo de su familia diciendo que lo iban a entubar y que cuando terminara les hablaba. a la hora se murió.
los otros días sentí una mano pasar por mi cintura al dormir. me desperté para encontrarme con la muerte misma de un recuerdo que se perdió varios meses atrás pero viene a visitar vestido con tus ojos.
escribo rápido una carta larga que me haga recordar la muerte presente y me caen las lágrimas pensando en lo ahuecado de mi pecho que ni el humo logra llenar.
le leo a un amigo “quizás morir de amor requiere más valentía de la que yo soy capaz de reunir en una vida, y no quiero admitir que no soy capaz de pedirle a alguien que me bese antes que me muera”. y me responde pasándome una botella cortada a la mitad.
mis amigas toman un vino guardado en la heladera hace dos semanas y bailan siguiendo una música que no existe porque hoy el dolor es más grande de lo que podríamos haber imaginado cuando teníamos quince y no había más razón que el placer para beber.
lemebel escribia sobre fiestas inolvidables en donde la muerte se acercaba lentamente. dicen que una fiesta que se impone contra la violencia y la muerte siempre sale viva.
a pesar de la incertidumbre,
en el centro de los ritos paganos
intentaremos aprender la realidad
con nuestras manos desnudas.
